Primavera… entre lo simbólico y lo real

\"\" Lo simbólico es algo que me apasiona por su forma sencilla de expresar desde la metáfora, incluso poética, mensajes implícitos de la vida, la naturaleza, de los sueños (oníricos o no)…
¿Cuantas veces hemos experimentado sueños y nos preguntamos: que significan? Muchas veces los desechamos sin dar demasiada importancia, otras nos permiten traducir algo que a nivel conciente no conseguíamos ver. Pero no es de los sueños de lo que quiero hablar, sino de la primavera que ha hecho su entrada.

A la primavera se asocia el renacimiento, símbolo del resurgir, de la vuelta a la vida de lo latente u oculto tras el frío y gris invierno. Esta fecha encierra para tod@s un sentimiento de renovación, de cambio y esperanza. Define nuestros anhelos más profundos, esa necesidad y búsqueda de tener las cosas más claras, de saber a dónde quiero ir, de descubrir lo que quiero conseguir que, hasta ahora claro está, no he conseguido.

Visiblemente se produce un cambio en nuestras actitudes y comportamientos, hay más revuelo, más excitación, exteriorizamos unas ansias de renovación que muchas veces no van más allá de una buena limpieza u orden general en nuestro escritorio, armario, vivienda o agenda electrónica. Sin embargo, sí percibimos la posibilidad de cambio, de una nueva etapa, de un nuevo comienzo, pero ahí nos quedamos, sin saber ir más allá y aprovechar la evolución natural como una guía para nuestra propia evolución personal. Parece ser que sólo evolucionamos cuando la vida nos empuja, no nos deja otra, nos juega malas pasadas, nos embiste con el dolor, con el sufrimiento, con sorpresas y, en otras ocasiones, también con alegrías. Quizás no somos tan avanzados para evolucionar por decisión y voluntad propia.

Como bien sabemos, tras la primavera viene el verano, tras la siembra de la primavera viene la cosecha de los frutos del verano. Lamentablemente no tenemos la perseverancia necesaria para llevar hasta el verano lo que comenzó a nacer en la primavera. No tenemos constancia ni paciencia, todo lo queremos ya mismo, si implica mucho tiempo y dedicación nos quedamos a medio camino. Buscamos el placer inmediato, a corto plazo, aunque a la larga sea de mediocre calidad (de vida). Sembramos las semillas pero luego nos cansamos del proceso de cuidarla para que se convierta en una planta, en un árbol o en un fruto. Deseamos que el proceso sea espontáneo y sin mucho esfuerzo… pero la vida no es así!!

Podemos elegir ser espectadores/as de este nuevo resurgir de la naturaleza, de la primavera como metáfora del origen del mundo y de la vida. O abrirnos a experimentar con todos nuestros sentidos la energía y sensaciones de este proceso creador y transformador: colores del paisaje, sonidos de los pájaros, animales y de niños/as en el parque, aromas de las flores y la hierba fresca, la temperatura del nuevo sol en nuestra piel, la comida más liviana y refrescante.
Si conseguimos vivenciarlo, disfrutarlo y continuar firmes en todo el proceso, entonces, seremos afortunados/as de poder:

  • Ser testigos de un misterio que se repite cada nuevo ciclo, con ojos bien abiertos para “verlo”. Ojos como metáfora del alma y corazón.
  • Ser actores y actrices de nuestro propio proceso de evolución personal, sin quedarnos perdidos por el camino, con ojos cerrados que nada ven.

“Recordemos que en la semilla ya está contenido su fruto, y no cuidar de la semilla es un crimen que atenta contra el fruto más que contra ella misma. Matar una semilla, negarle nuestro esfuerzo, es como matar el futuro en el presente. Y soñar con el árbol del futuro sin comenzar por cuidar de una semilla, es limitarse al plano de las ensoñaciones sin practicidad alguna.
Hoy, en primavera, es el momento. Hoy podemos elegir la semilla del árbol de nuestro futuro. Hoy podemos decidir cómo serán las ramas y las hojas que nos darán sombra en el mañana…hoy es el momento de cultivar la semilla que yace latente en cada uno de nosotros….” Cita: Delia Steinberg Guzmán.

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