Hoy escribo este post desde la clínica N.S. Del Rosario en Madrid. No puedo hacer mucho, me siento un poco cansada y dolorida pero eso no es lo que importa. Lo que importa es que en frente mío tengo a una belleza que ha nacido hace a penas dos días, es un proyectito de mujer -cariñosamente hablando-. Sencillamente es perfecta y preciosa, que mas puede salir del corazón de una mamá super orgullosa!
Su nacimiento estaba programado para el jueves 13 con cesárea porque ella decidió pasar 40 semanas sentadita. Pero no permitió que el mundo exterior decidiera por ella su momento, su salida de ese pequeño universo protegido y su entrada a este mundo que ya conocemos. Y así, fuera de todo pronóstico, un día antes de la fecha programada, juntas rompimos aguas a la madrugada.
Esta sensación de que ella lo decidió, que ella lo determinó, me inunda de alegría. Ojala hubiese sido todo mas natural pero no puedo ser así.
Me quedo con el regalo que mi pequeña hija me ha hecho: sorprenderme de la fuerza de la naturaleza, sorprenderme de lo maravilloso de la maternidad, de la vida, del sentimiento de ser madre por segunda vez.
En estas ultimas semanas me rondaban algunos pensamiento sobre si seré capaz de ser justa, equitativa en el amor y en los limites para mis dos hijas, sin caer en el error de establecer diferencias o comparaciones.
Hoy con mi beba durmiendo en frente de mi y mi otra chiquita bonita de 4 años al cuidado de su abuela y abuelo por estos días, confirmo que nuestros corazones estan preparados para multiplicarse de amor y expandirse, al punto de salpicar todos los rincones. Pero… no están exentos de sufrir un torbellino de emociones encontradas, al menos el mío.
El más extraño y sorprendente de mis sentimientos fue, para mi sorpresa, el sentir que estaba siendo “infiel”, sí infiel, a mi primera hija, a mi pequeña bonita que vengo amando con todo mi ser desde los últimos 4 años como si mi corazón solo tuviera espacio para ella… y de repente hay otra chiquita con piel más suave.